Katrina contempló el paisaje que el tren dejaba rápidamente atrás. Se preguntó cómo era posible que la última vez que había viajado al mismo lugar no vio la tierra tan roja o los campos tan dorados. Empezó a imaginar cómo podía combinar aquellos colores que de una forma tan salvaje se unían, algo realmente complicado pues solo se le perdona a la naturaleza sus atrevidas composiciones.
Pronto, los tipos de telas, los patrones de los diseños y las gamas cromáticas dejaron de interesarle. Había dado con la clave para dar rienda suelta a su imaginación. Quizás muchos ya lo habían dicho pero muchas veces no crees algo hasta experimentarlo. Viajar, viajar, viajar. No importa que repitas de destino. Siempre será diferente porque las circunstancias lo cambiarán. Puede que una tormenta haya tirado esos viejas hamacas del jardín o que hayas sufrido una desgracia que te vincule a los colores apagados.
Es paradójico como algo que no tiene límites como la creatividad, parta de una base, de un algo que desencadene nuestra imaginación. Aunque sea un folio en blanco o un espacio en negro. De ahí empezarán a nacer nuevas inspiraciones que serán más fructíferas y originales al aumentar la experiencia en el mundo de lo desconocido. Adentrarse en distintas ciudades y luego volver a ellas después de cierto tiempo. Conocer a sus habitantes, su cultura, su comportamiento. El olor del aire que se respira, el sabor de los alimentos que se comen... Los ojos de Katrina están ahora abiertos de par en par, expectantes a todo lo que pueda pasar para que no se le vuelva a escapar ni el más pequeño detalle.