miércoles, 6 de mayo de 2015

- F U S I O N -

A los que buscan aunque no encuentren
A los que avanzan aunque se pierdan 
A los que viven aunque se mueran

Benedetti


Los días parecían más largos. La luz trataba de engañarnos. Y mientras, el tiempo seguía corriendo, unas veces rápido y otras lento. Cualquier problema o alegría eran excusa para comprar algo nuevo. Estar en un ambiente fresco con olor a vainilla y en continuo movimiento.

El verde de las plantas del salón parecía invadir toda la estancia. Cuando no era más que eso: cuatro plantas bien colocadas en una escalera de madera blanca. Pero era mi rincón y me daba alas. Abría la ventana y dejaba que el sol me acariciase con sus rayos mientras una leve brisa me ponía la piel de gallina. Las Ray-Ban de carey eran mis fieles aliadas ya que ayudaban a ocultar unos ojos cansados que delataban una noche inquieta.

Las frutas recién cortadas aportaban color y trataban de combinar, sin esfuerzo alguno, con el sillón que acogía generosamente a una manada de cojines de distinto estampado y tejido.  Mi única vestimenta era un kimono que alguien quiso bautizar japonés y un moño estudiadamente malhecho que coronaba mis pensamientos.



Mientras me mordía las uñas y mi piel absorbía la densa capa de Nivea, mis ojos corrían por encima de las letras de una novela de Jane Austen tratando de descifrar el final que ya conocía. Los arándanos del plato iban bajando al compás del ritmo de lectura y un olor a Euphoria recién destapado me sumergía cada vez más en el romance.

Para cuando llegabas, apenas quedaba rastro de aquello. Mi boca guardaba la frescura de la mañana bajo una capa de carmín intenso, al mismo tiempo que se preparaba para degustar nuevas tapas con sabor a mar y a especias traídas de un oriente ya no tan lejano. Tu brazo rodeaba mi cintura descubierta y todavía blanca. Listas blancas y negras me envolvían presentando las tendencias del momento descubriendo mi interés por la moda. Vertical y horizontalmente. Y mientras tu esperabas ansioso el momento de detallarme paso a paso el día que ibas teniendo.

Entonces llegaba el mejor momento: La plena fusión con lo nuevo. Mi mente retraída abría sus puertas de forma intermitente. Y, entre bocado y bocado, iba creando. Nuevos mapas, nuevas vistas, nuevas inspiraciones y elevaciones. Creación. Ideas. Mis párpados no se permitían el lujo de cerrarse ni un momento por miedo a perderse cualquier gesto.

La satisfacción que me provocaba aquello es difícil de expresar, pero era ahí dónde me encontraba a mí misma. Entre lo viejo y lo nuevo. Ése era mi concepto. Una mezcla de cine clásico y baile moderno. Con un ritmo lento e intenso. Con un aire juvenil y serio.

Y así me sumía, día tras día, en un mar conocido de arena emigrante.