sábado, 5 de abril de 2014

DRUNK IN LOVE

Me dijeron que mi primer amor fue aquel chico de infantil que se comió una margarita por mí. Me dijeron que como mucho podía ser el primer chico al que besé. Me dijeron tantas cosas y yo, incrédula de mí, me las creí todas. Todas hasta que mi propia experiencia comenzó a dar baches, en ese liso y recto camino que habían despejado para mí. 

Si no hubiese llegado a conocerle, jamás lo habría descubierto. El resto de los hombres que habían desfilado por mi vida apenas habían aportado nada, quizás unas efímeras sonrisas o una pasajera emoción. Pero él... él... solo pensar en él me embotaba la cabeza. Diría que en esos momentos (como ahora) mi corazón dejaba de latir, pero el simple hecho de seguir respirando me decía que era imposible.

Os preguntareis entonces qué hacía que él fuese mi primer amor. Pues bien, os puedo decir que no era el más guapo, aunque sí el que tenía las imperfecciones más hermosas. Os puedo decir que no era el que mejor besaba, aunque sí el que me acercaba con más cuidado. Os puedo decir que no era el más gracioso, aunque sus tonterías eran las que más me hacían reír. Os puedo decir tantas cosas como me dijeron a mí y aunque todas ellas sean reales y sinceras, os tengo que decir que lo que hizo que fuese él mi primer amor fue su incansable lucha por mi felicidad.