viernes, 19 de septiembre de 2014

| EN LA COSTA DE DONOSTIA |

Las aguas más turquesas se volvieron negras. 
El oscuro gris del cielo parecía que amenazaba la más cruel de las tormentas. 
Y mientras tú y yo mirándonos impasibles ante cualquier situación atmosférica.

Las gotas frías de la lluvia comenzaron a mojar nuestros hombros descubiertos. Levanté la mirada aterrorizada ante la cantidad de gaviotas que sobrevolaban la playa. Al tiempo, me agarraste del brazo con fuerza intentándome transmitir tu calma.


No había palabras. No eran necesarias.




|| Y la playa llora y llora | Turnedo, Iván Ferreiro |

La brisa con olor a algas nos sumía en un mundo paralelo en el que tú y yo nos fundíamos en una sola mirada. Envueltos en toallas, con los pies hundidos en la arena, buscando el calor que no encontrábamos. Todo se había enfriado. Algunos nos dirían que es por la estación, esa vuelta a la rutina que se aleja de los divertidos planes del verano. Y puede que tuviesen razón. Habíamos estado tan preocupados por mantener el tiempo ocupado y sentir nuevas sensaciones, que nunca nos habíamos conformado con estar sentados en un banco mirando pasar el tiempo o dar mil vueltas a la misma manzana perdiéndonos en nuestras palabras...


Ahora se notaba.


El cielo lloraba y yo, sumergida en tu color marrón avellana, recordaba los buenos momentos que habíamos disfrutado, pero no podía evitar que un punzón de amargura matase esa emoción al saber lo que estaba a punto de acontecer. Ninguno queríamos aceptarlo, pero así debía ser. ¿Por qué prolongar algo que tarde o temprano va a suceder?