martes, 25 de marzo de 2014

EL GRAN HOTEL BUDAPEST O LA OBSESIÓN POR EL DETALLE

Ayer tuve la oportunidad de ver El Gran Hotel Budapest. No voy a hacer ninguna crítica sobre la película en lo referente a la interpretación, el guión, etc, aunque tenga tentaciones de hacerlo. En lo que sí me voy  a detener es en toda la puesta en escena que fue, a fin de cuentas, lo que más me llamó la atención. Aunque también vi en su día Moonrise Kingdom, otra obra de Wes Anderson, cuya ambientación también me resultó formidablemente atractiva, sin duda me quedo con la de esta última película.

No hace falta ser ningún apasionado de la estética como para no fijarte en un attrezzo y decorados semejantes. Sin duda, Anderson hace bastante hincapié en ellos ya que a fin de cuentas, ayudan a adentrarse más en la historia y a identificar mejor la identidad de cada personaje. Es así, que se respira durante toda la película una obsesión por el detalle. 


Aunque cada objeto tenga su correspondiente diseñador (las maletas de Madame D. por Prada, los anillos del villano Jopling por el joyero Waris Ahluwalia, el vestuario por Milena Canonero, el perfume L'air de Panache por Nose, el cuadro del niño con la manzana por Michael Taylor, etc), todos requieren de la aceptación de Anderson que es el que se encarga del último toque que permite esta gran composición final. Una composición que me llega a recordar al Cluedo o La herencia de la tía Agata, juegos de mesa en los que la caracterización de los personajes tiene un papel relevante junto al diseño del lugar. Una composición que te enamora y en la que te tienes que fijar desde la primera escena hasta el desenlace de la película.  


domingo, 16 de marzo de 2014

SEIS DÍAS NO HACEN UNA SEMANA

Seis días no hacen una semana, al igual que una mera atracción física no conlleva a que haya amor entre dos personas. Así en un primer momento lo creyeron Corie y Paul Bratter (interpretados por Jane Fonda y Robert Redford respectivamente) en Descalzos por el parque. De primeras sí que es el ingrediente principal, pues el bizcocho no sube sin levadura y el motor para poner en marcha una relación, queramos o no, es la atracción. Porque señores, para algo tenemos ojos en la cara. Luego ya vendrá lo que tenga que venir. 


Se suele decir que los polos opuestos se atraen o que tienes que encontrar a tu media naranja (esa persona que es igual a ti), vamos, lo que le conviene a cada uno. Igual están las crisis de los tres meses, la de los siete años o la de los cincuenta. Está claro que cada uno va creando mitos conforme a lo que le va sucediendo y eso no está mal, pero sí cuando creemos que la historia de los demás nos va a ocurrir mientras que olvidamos el pequeño factor de que todos somos diferentes. Sí, parecidos y en condiciones semejantes, pero diferentes. En el caso de Corie y Paul, tienen personalidades muy distintas: la alocada y el "poste", la activa y el que mira... y es que cuando ellos se dan cuenta de esta realidad piensan que la única solución es el divorcio puesto que Corie sería incapaz de estar borracha sin que se le notase y Paul nunca podrá andar descalzo por el parque. 

No obstante, ellos nos demuestran que no es así, que no se trata de irse a ningún extremo y de que se están equivocando al superponer sus diferencias al amor que se tienen. Que para que una relación funcione hay que pensar siempre en el otro, querer hacerle feliz y que se sienta importante, porque al menos para tí, sí que lo es. 

 * Descalzos por el parque (1967). Vestuario: Edith Head

sábado, 1 de marzo de 2014

-LA CHICA DEL VESTIDO ROSA-

Todavía recordaba la última vez que la había visto. 

Con su vestido rosa y su sonrisa radiante. 

Ni en aquel momento ella había dejado de lado su cursilería y su afán por actuar. 

Muchos la consideraban artificial por ello pero para él, eso había sido lo que le había atrapado. 

Era ese toque infantil que tenía de querer ser el centro de atención, de buscar las miradas a su alrededor y de tomarse la vida muy poco en serio. 

Pero eso era lo más divertido. 

Estaba harto de los días grises, de la rutina vacía y de todas esas caras amargadas que desfilaban por las calles sin ningún destino. 

Era verdad que ella se emocionaba por cualquier cosa, pero ahí estaba la gracia. 

¿No se trataba de no acostumbrarse a lo extraordinario? 

Con ella a su lado, él también era capaz de sentir...

Que despertarse era un gran milagro además de otra oportunidad

Que la sonrisa de cualquiera es un gran regalo que desempaquetar

Y de que mañana es un gran misterio que pronto se va a revelar.