martes, 20 de enero de 2015

| HAGAMOS FUEGOS ARTIFICIALES |

Silencio.  El silencio de la noche en el negro. Mientras nosotros esperábamos bajo esa capota de cielo a que empezase el concierto. Y realmente no necesitábamos de nada más para que estallasen los fuegos. Teníamos todo lo que se precisaba. No obstante, primero había que asegurarse de que nos encontrábamos en un ambiente desierto. 

La mecha ya fue encendida hace tiempo. La llama se fue consumiendo con el ritmo del viento. Siempre de manera silenciosa, en un segundo plano, sin hacernos caso. Mientras nosotros no nos enterábamos, al mismo tiempo que una fuerza se estaba creando. Una fuerza que provocaba chispazos. 





| Atrapa a un ladrón, 1955 | Cary Grant & Grace Kelly |

Pum. Pum. Pum. 

Hagamos fuegos artificiales.

Yo no buscaba a alguien que encajase en una plantilla. Es verdad que había cosas que prefería, pero solo podía recordar aquellas historias de mi abuelo que me enternecían. No soñaba con encontrar a mi media mitad ni a mi polo opuesto. Quería a alguien que encendiese toda la luz que llevaba dentro. Que agotase mi energía por completo.

Por eso no buscaba prototipos. Tampoco seguía un patrón físico (bueno, quizás si un poco), pero tenía claro que no quería un robot que asintiese a todos mis caprichos ni a otro que no consintiese alguno. Necesitaba un destello, necesitaba vida.

Alguien que estuviese siempre ahí por muy lejos que estuviese. Alguien que creyese que era la persona más perfecta dentro de la imperfección. Alguien que buscase siempre la manera de encontrarme, por mucho que yo quisiese esconderme. Necesitaba a uno que me diese su cuerpo entero, con su alma encerrada dentro. 

Pero la vida me llevaba, aparentemente sin criterio alguno, de aquí para allá. Sin preguntarme dónde quería yo estar. Y, de vez en cuando, mi soberbia me hacía creer que lo era capaz de entender. Ni los tachados días del calendario eran capaces de darme pista alguna.

Así que, después de estar mucho tiempo con los brazos cruzados, entendí que debía relajarme y respirar. Tratando de ser ese alguien para otra persona a la que pudiese completar. Siendo resistente contra viento y marea. Siendo dura y firme por dentro y por fuera. Como la otra piedra necesaria para encender la mecha. Una mecha que comienza con un suave centelleo y que explota en una lluvia de color.

Pum. Pum. Pum.

Hagamos fuegos artificiales.







| Porque el amor cuando no muere, mata. Porque amores que matan nunca mueren | Sabina |